7 de mayo de 2009

LOS COMANDOS "ESCORPIONES" DE EKATÓN







LOS COMANDOS “ESCORPIONES” DE EKATÓN.


Los Comandos “Escorpiones” son Walkirias Imperiales de Elite que rinden obediencia únicamente al señor de Ekatón. El Conde Alexander Von Hassler.

En ocasiones efectúan misiones con los Casacas Negras del Imperator del planeta Ákila, pero siempre bajo la supervisión del Conde. Son educadas y adiestradas desde su infancia para servir con una lealtad casi fanática a su señor. Todas poseen el grado de oficial y son escogidas por ser las más brillantes en sus hojas de servicios.

Cada una ha sido sometida a prueba y rigurosamente seleccionada desde su bautismo de fuego a los quince años Standard. Consumidas expertas en la lucha cuerpo a cuerpo, su formación académica es tan severa como completa. Cumpliendo la máxima del Conde: “Para cumplir una misión con eficacia es fundamental desarrollar una mente y cuerpo con eficacia”. Poseen conocimientos de estrategia e inteligencia militar, equivalente a un general supremo Imperial.

Son veteranas en misiones de acción rápidas. En su planeta de origen Ekatón, pertenecer a tal cuerpo de élite equivale no solo un gran honor, sino un estatus social de alto rango.

Cada Walkiria es personalmente conocida por el Conde, esto equivale a su vez a la concesión de privilegios especiales, si alguna requiere e incluso solicita la vista o justicia personal del Conde, puede directamente (previa petición a su Senescal Mesala) obtener audiencia y ser escuchada en persona. Sus familiares son cuidados y atendidos por Mesala en caso de necesidad del tipo que sea.

Su jerarquía militar se concede y mantiene según los meritos personales de cada guerrera demostrada en misiones ordenadas por el Conde. Se consideran a sí mismas como “Hermanas de Guerra”, sus lazos de lealtad son inculcados desde el mismo momento de su ingreso en el cuerpo. Poseen su propia Jerga y consignas militares, al igual que el conocido como “Código de la Walkiria”.

Obediencia completa al señor de Ekatón, quién lo quiebra es severamente castigada por sus hermanas. La fundadora de dicho cuerpo fue la madre del Conde, Natasha Sairos de Ravalione, una mujer excepcional en muchos aspectos.



Extracto perteneciente a la pentalogía de Sillmarem



…El Conde salió por una puerta a un pasillo de mármol blanco y azul, en cuyas paredes colgaban antiguas armas y cabezas de piezas cazadas por él mismo. Todo un entramado de corredores partía del mismo a su derecha e izquierda. Giró por un pasillo repleto de estandartes y tapices que representaban escenas mitológicas de la antigüedad. Finalmente penetró en una sala en la que había un gran piano.

Se sentó y comenzó a tocar una estrofa de la Rapsodia Húngara número dos de Franz Liszt. Con los ojos cerrados, las notas brotaban del afinado piano hasta que a sus espaldas se presentó con un taconazo una Walkiria Imperial.

El conde prosiguió tocando durante unos segundos más, se detuvo pensativo, puso ambas manos sobre sus muslos, se giró y alzó la barbilla. Se levantó y la observó de hito en hito, paseó a su alrededor estudiándola severamente y volviendo a sentarse jugueteó distraídamente con las teclas del piano. Estudió con curiosidad a la oficial que se erguía orgullosa ante sí.

Alta, atlética, rostro de finos rasgos enmarcando dos lentes artificiales azules que ocultaban unos, iris rojos modificados genéticamente. Militarmente se había comprobado que podían golpear la psique del enemigo provocándole un gran terror y pánico.

La Walkiria sabía que el conde era un auténtico melómano, un consumado erudito de la música de los muy antiguos, de la época Paleoespacial para ser exactos. La guerrera permanecía inmóvil, sus ojos parecían dos diminutos icebergs.

Según sus informes, era un elemento hábil, de amplios recursos, perfecta para llevar a cabo la delicada misión que se le había encomendado, un trabajo de primera magnitud.

Sus Walkirias poseían un riguroso código entre sus hermanas. Una fanática lealtad y obediencia que lo eran todo y, la traición se pagaba con un cruento castigo. A la condenada, una vez decapitada, se le abría el abdomen y se introducía la cabeza dentro.

Encantadoras, pensó el conde.

Unos instantes más tarde fue el conde el primero en romper el silencio:

-Comandante, ¿os ha confiado ya Mesala las instrucciones con los pormenores de vuestra misión?

-Sí, mi señor -contestó la Walkiria con voz formal, la mirada al frente, el pecho alto, su respiración lenta y completamente firme. El Conde hizo un pequeño gesto a la Walkiria. Ésta descansó separando ambas piernas y cruzó sus manos tras la cintura.

-¿Y bien?

-Todo está preparado y dispuesto mi Señor. Únicamente falta vuestra aprobación, Sire.

El conde volvió a estudiar el aspecto de aquella musculosa oficial, desnudándola con la mirada de arriba abajo. Botas de caña alta, un sofisticado uniforme negro, casaca con doble abotonadura de oro. En su hombrera derecha portaba una boina negra que, al igual que sus mangas, lucía el plateado símbolo de las Walkirias Imperiales, una guerrera montada sobre un caballo alado.

En su pecho izquierdo lucia una tarántula con un reloj de arena dibujado sobre su espalda. Apoyando la mano en la barbilla, el conde súbitamente preguntó:

-¿Nombre y graduación?

La Walkiria se envaró.


-Número 444Z82X415, Comandante en jefe de los Comandos Escorpiones, Valentina Yekaterina Naína Iósifovna, responsable de los comandos especiales de las Walkirias Imperiales, mi Señor.

-¿Tu nombre de guerra?

-Wotan.

-¿De cuántos elementos dispones, Comandante?

-Quince mi Señor, todos de máximo nivel.

-¿Cuál es tu objetivo secundario? –preguntó el Conde lanzando una penetrante mirada a la Walkiria y asegurándose de lo certero de su elección.

-Capturar viva o muerta a la primogénita del Archiduque de Portierland, Rebecca Svetlana Avalon Portier Sillmarem, prima del príncipe heredero al trono del delfín.

-Tu objetivo primario, defínemelo.

-Capturar vivo a Valdyn Alekssandros Atlanen Sillmarem, heredero de Marelisth, futuro Príncipe de Sillmarem y Señor de los mundos de Sill.

-Bien, bien. Solo responderéis ante Mesala y ante mí. ¿Os queda claro Comandante?

-Sí, mi Señor.

-El general en jefe de los Casacas Negras no debe saber absolutamente nada sobre vuestra misión y sus pormenores -señaló el conde- ¿Entendido?

-Sí, mi Señor.

-¿Vuestro servicio de espionaje?

-Mis agentes llevan casi tres años preparando esta operación. Todo está perfectamente sincronizado, mi señor.

-Mesala me informó de que vos fuisteis la que terminó el trabajo con el Archiduque de Portierland.

-En efecto, mi Señor –respondió la Walkiria mientras una oleada de orgullo coloreó su rostro.

-Yo nunca dejo de recompensar un trabajo bien hecho.

El conde sacó de un bolsillo interior de su Casaca, un pequeño saco de seda lleno de piedras preciosas y se lo lanzó a la Walkiria.

-Buen trabajo. Esto es para ti y tus hermanas. Cuando vuelvas, habrá más, mucho más.

La Walkiria se inclinó con una profunda reverencia. El Escorpión dorado que pendía en su pecho derecho destelló con fuerza al recibir de lleno la luz de un candelabro de cristal situado a la derecha del conde.

-Tenéis un prometedor futuro, aprovechadlo Comandante. Partiréis hoy mismo. Espero que no me decepcionéis Comandante Iósifovna –dijo el conde con un tono de voz que se tornó frío.

-Mi Señor, os traeré sus cabezas o moriré en el empeño. Os lo juro.

-Iras directamente en una Nave-Parna a Thenae. Si surge alguna complicación, Mesala te brindará su ayuda. Y recuerda, nadie debe conocer vuestra identidad, ni la de vuestras hermanas.

-No, mi señor.

-Podéis retiraros, Comandante.

-Mi vida es vuestra, mi señor.

La Walkiria Imperial se arrodilló e inclinó la cabeza mientras se llevaba la mano al pecho, acto seguido se irguió, dio un fuerte taconazo, giró sobre sí misma y salió con paso seguro de la habitación.

El conde permaneció inmóvil, hundido en profundas reflexiones, cuando los pasos de la Walkiria se perdieron en la oscuridad, se levantó sonriente. Puede que yo también llegue a ser Imperator, pensó con regocijo.

Abrió una puerta a su derecha, oculta tras un biombo y atravesó un estrecho corredor sintiendo como al final del mismo, alguien estaba tañendo un Samisén con maestría…






































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