20 de abril de 2019

La palabra de un amigo




(Salek)



LA PALABRA DE UN AMIGO





“La amistad verdadera es de los escasos bienes que no se pueden comprar, y es en los momentos de crisis cuando se comprueba su autenticidad”. 

Proverbio Rebelis.



Tras la retirada de los Delphinasills a sus dormitorios, Valdyn observaba las olas deslizarse hasta las orillas del Faro Blanco de Marelisth, deshaciéndose en espumosa mancha húmeda, arropada por los insistentes vaivenes de un cristalino mar. La brisa acariciaba su olfato con agradables resonancias marinas, algas, sal y vida, mucha vida. Nathaniel Lowenstein se acercó, sentándose con discreción en un cómodo sillón frente a él.

Tras un emocionado reencuentro, los Delphinasills volvían a estar juntos de nuevo. Chakyn Chakiris, Jefe de Científicos de Sillmarem, les daría las instrucciones pertinentes para la nueva misión de seguridad que realizarían junto al comandante Löthar Lakota y sus Xiphias. La vida de Rebecca corría serio peligro, y la paz, que con tanto trabajo habían edificado, se resquebrajaría si ella o su protegido, el Príncipe Umasis, desaparecían. Aunque no era eso lo que más preocupaba al mejor amigo de Valdyn. 

— Querido amigo, sé bienvenido. Me alegro de verte después de tanto tiempo— dijo Valdyn con una sincera sonrisa. 

— Por un momento pensé que se te habían subido a la cabeza los aires de grandeza— dijo bromeando, Nathan. 

Los dos se echaron a reír.

— Bueno, la evolución de los efectos del elixir después de diez años sigue siendo buena, aunque todavía hay muchas incógnitas por resolver. 

Con una seña, ordenó a los centinelas abandonar la estancia.

— He de reconocer que el resto de los Delphinasills tienen un aspecto impresionante. 

— Tú también eres un Delphinasill pese a no haber ingerido el elixir de Vitava.

— Le hice una promesa a Salek, y pienso cumplirla— explicó Nathan con franqueza.

— ¿Una promesa?

— Servirte como un auténtico amigo, protegiéndote de ti mismo y de tus poderes. 

— Ardua tarea, y bastante amarga, aunque muy noble— dijo Valdyn, sorprendido, escanciando una copa de vino a su amigo.

— No por ello menos necesaria.

— Es cierto, aún no sabemos cómo cortar el círculo del elixir. Si nos descuidamos puede caer en malas manos precipitando el desastre. Incluso nosotros mismos podemos precipitarlo— admitió Valdyn.

— Destruir la fórmula no solucionaría nada. Siempre se podría reproducir partiendo de los ingredientes o de vuestro patrimonio genético.

— Hasta que encontremos una solución, viviremos con ello lo mejor que podamos. 

— Estoy de acuerdo. 

— Y tú, ¿estás mejor? Anastas me contó tu dolorosa experiencia con el Conde y el valor que mostraste contra él— preguntó Valdyn-. No he olvidado cómo arriesgaste tu vida para salvarme a mí y al grupo en la Academia de Thenak.

— Tú hubieses hecho lo mismo.

— ¿Con tanto valor? No lo sé, éramos solamente unos críos— dijo Valdyn con melancolía.

— Yo creo que sí.

— Aun así, estoy convencido de que nuestras heridas ya han cicatrizado lo suficiente como para aprender de ellas con más objetividad.

— No creo que todas lo hagan, algunas estarán ahí para siempre.

— ¿Te refieres a la maldición del elixir?

— Su sola existencia es una amenaza para todos nosotros. 

— Al menos le hemos dado una utilidad más noble que la que tenía originariamente, ¿no crees? Lo usamos para proteger la vida, y funcionó— dijo Valdyn acariciándose la barbilla.

— ¿Tú crees? Las cosas no son tan simples.

— Nunca lo son, ¿a dónde quieres ir a parar?

— Vamos Valdyn, sabes muy bien a qué me refiero. Jamás debiste tomar ese elixir, y mucho menos, dejar que lo tomaran los demás. Eran solo unos críos. Fue una temeridad, y no tenías derecho a hacerlo.

— Alguien tenía que hacerlo, y fuimos nosotros quienes lo decidimos bajo nuestra propia cuenta y riesgo.

— ¿En verdad ha merecido la pena tan alto precio? 

— ¿Perder nuestra humanidad a riesgo de convertirnos en monstruos para salvar millones de vidas? Sí, mereció la pena, y aún la merece.

— Yo a veces no lo sé.

— Pero tú no lo tomaste, no tuviste que decidir.

— Yo nunca os lo habría permitido.

— ¿Nos cuestionas? ¿A pesar de que todo salió bien? Derrotamos al Imperator, detuvimos la guerra, e impedimos la extinción de miles de vidas con el relevo del último eslabón del Imperator. Bien lo sabes, y aun así, nos cuestionas. ¿Acaso no es bastante pesada nuestra carga? ¿A qué vienen tus reproches?— preguntó Valdyn con dolor-. De todo esto hace ya diez años, ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora? Habla claro. 

— He meditado mucho sobre ello y…

— ¿Sí?

— Creo que te equivocas, no todo ha salido bien. Aquel día, en la Academia, hicimos lo correcto para salvar al grupo, y cuando lo conseguimos, nada más regresar a Sillmarem, les permites beber un elixir a unos niños, un elixir que no sabías cómo iba a funcionar, y que podía haberos matado a todos en el peor de los casos. ¿Te has parado a pensar qué habría pasado si hubierais muerto? Tanto la Interfederación como Sillmarem se habrían quedado sin herederos. Fuimos educados para gobernar, y si no hubiesen salido bien las cosas, lo único que hubierais conseguido habría sido facilitar, y mucho, el trabajo del Imperator. Así que no me niegues que fue una temeridad— razonó Nathan.

— Era nuestra única defensa frente al Imperator y sus tropas.

— Esa no era tu responsabilidad, y aunque lo fuera, tener ese poder no te da derecho a decidir sobre la vida de los demás.

— ¿Crees que no lo sé?

— Creo que no le das la importancia que deberías.

— Bueno, como tú bien dices, tuvimos suerte y ahora el Imperio es una amenaza controlada— dijo Valdyn, convencido.

— ¿Controlada por vuestros poderes? ¿Y quién os controla a vosotros?

— Nosotros mismos, ¿tienes alguna idea mejor? Para eso te eligió Salek, para ayudarnos a tal fin, que no perdiésemos el control de nuestros poderes, ¿me equivoco?

— No, no te equivocas pero… ¿es así como piensas gobernar? No me malinterpretes Valdyn, siempre te he querido como solo un hombre libre puede hacer, con integridad y lealtad, pero sabes muy bien que si yo hubiera estado ahí, no te hubiera dejado hacerlo ni a ti ni al resto del grupo. Espero que puedas soportar las consecuencias de tus decisiones, porque éstas, llegarán tarde o temprano.

— ¿Quién lo dice?— preguntó Valdyn, desafiante.

— La Historia lo dice, hay ejemplos más que de sobra. Todos los gobernantes, y lo que es más, todos los hombres de poder, cometen y reinciden en un mismo error, creer que van a vivir siempre, que su obra va a durar eternamente, que su paso sobre la humanidad será único y decisivo, y que su poder perdurará. Sin embargo, al final, todo termina diluyéndose en el olvido. Da igual la máscara que adopten los gobiernos y sociedades de poder, sus disparatados anhelos y ambiciones mueren con ellos.

— No eres justo, Nat, no estabas ahí. La situación era desesperada. Tomé esa decisión para salvarnos a todos, yo no quería que los otros me siguieran, no se lo pedí.

— Pero tampoco se lo impediste, creíste que la verdad y la justicia estaban de tu parte.

— Es cierto, lo creí, y aún lo creo.

— ¿Es que no te das cuenta de que con buenas razones y verdades se ha instrumentalizado a los hombres para crear guerras, genocidios e innumerables locuras?

— Lo sé y lo siento, no puedo cambiar lo sucedido, sólo aprender de ello— respondió Valdyn con dignidad.

— No se trata de sentirlo, se trata de que no vuelvas a actuar tan impulsivamente. Eres el Señor de Sillmarem y sobre ti pesa demasiada responsabilidad, así que no te la tomes a la ligera y obra con cuidado. Procura no olvidarlo, por favor— pidió Nathan-. Mantener la paz actual en unas circunstancias tan inestables es una tarea muy difícil, y tenemos que mantenerla estando unidos, por eso las decisiones no puedes tomarlas tú solo.

— ¿Crees que no me aterra lo que nos pueda pasar?— inquirió Valdyn, sirviéndose más vino.

— Precisamente por eso, a partir de ahora debes seguir los consejos de Salek y Miklos más que nunca. Su sabiduría nos es muy necesaria en estos tiempos de incertidumbre. Recuerda que la experiencia es un grado.

— Tienes razón, no lo olvidaré.

Ambos permanecieron en silencio, mirándose sin saber qué decir. La situación se les hacía de lo más incómoda. Nathan decidió suavizar la tensión.

— Y bien, ¿dónde está Sarah? ¿Es así como recibe a un viejo amigo? –preguntó cambiando de tema. 

Sarah, con movimientos casi felinos, se había acercado por detrás con la complicidad de Valdyn, rodeándole el cuello con ambos brazos y brindándole un dulce beso en la mejilla.

— Sé mil veces bienvenido— dijo a la manera Rebelis.

Nathan se alzó. 

— Vaya, estás impresionante.

Sarah sonrió feliz. 

— Te hemos echado mucho de menos, Nathan. Ya sabes que siempre eres bienvenido a nuestro hogar— añadió Sarah invitándole a sentarse mientras se acercaba Valdyn y le besaba en la mejilla.

–Me has cogido a traición, y si no fuera porque tienes poderes, te daría una patada en el trasero por haber sido tan tonta –dijo Nathan sonriendo a Valdyn. Valdyn devolvió la sonrisa a su amigo.

Nathan pudo ver cómo Noah Salek y Dhalsem Thagore se aproximaban charlando tranquilamente. 

— Bueno os dejo, no quiero romper vuestra relación. Todos sabemos lo loca que estás por mí, Sarah, y no es cuestión de que abandones a Valdyn— añadió con humor, Nathan-. He de hablar con Salek.

— No te vayas, Nathan, hay algo que queremos contarte.

— No, Sarah, no es el momento –interrumpió Valdyn.

— No y no Sarah, no insistas, lo nuestro es imposible, eres demasiado fea para mí –contestó Nathan guiñando el ojo a Valdyn.

— Serás…— intentó decir Sarah. 

— Irresistible, lo sé. Pero aunque no puedas tenerme, siempre podrás conformarte con Val. Sé que no es tan guapo como yo, pero el chico tiene poderes, y eso a las chicas os gusta, ¿no?

— Eres incorregible, Nathan –respondió Sarah suspirando.- Aun así, sigo queriendo que seas nuestro pad… 

Valdyn le apretó el brazo.

— ¿Qué sucede? –preguntó Nathan, intrigado.

— Ahora no, Sarah.

— ¿Qué os traéis entre manos? 

— Val, ¿no se lo has dicho?

— ¿El qué no me ha dicho? –volvió a preguntar Nathan medio divertido medio en serio.

— No… ahora no debemos, es mejor esperar.

— ¿Esperar a qué? –insistió Nathan.

— No pasa nada, Valdyn, seguro que él nos apoya. Hemos tenido un hijo, ¿no te alegras por nosotros? 

Por un instante, Nathan no supo qué decir, una oleada de sentimientos encontrados se debatieron en su interior. 

— Es una broma, ¿verdad? Me estás engañando.

— No es una broma, Nathan, es en serio. ¿Quieres conocerlo?

El gesto de Nathan se transformó al comprender lo que habían hecho sus amigos.

— Locos… estáis locos. ¿Lo saben el resto de Delphinasills?

— En su momento lo sabrán.

— ¿Cómo habéis podido? 

— Fue un acto de amor, un acto muy humano para nosotros que estamos perdiendo nuestra humanidad— explicó Sarah.

— Pero ese niño heredará vuestros poderes, incluso podría aumentarlos, transmitirlos o algo peor. Las consecuencias… es una locura. No teníais derecho –amonestó Nathan.

— ¿Derecho? ¿Quién eres tú para hablar de derecho? ¿Quién eres tú para juzgarnos o para decidir por nosotros lo que está bien y lo que está mal?— respondió Valdyn, furioso.

— Por favor, Val, no…— interrumpió Sarah.

— Deberíais haber detenido su gestación, las consecuencias para la humanidad es lo primero a tener en cuenta.

— Va en contra de las leyes de Sill cualquier acto que no respete y proteja la vida, de sobra lo sabes. Además, es mi hijo, mi heredero, no te atrevas a hablar así de él.

— No era una elección difícil escoger entre tus principios o la supervivencia de la humanidad— sentenció Nathan-. Yo hubiese escogido lo segundo.

— Pero, ¿a qué precio? ¿Quebrando mi esencia, lo que soy y por lo que vivo, condenándome a mí y a los míos? Nada puede valer tanto.

— Te has equivocado.

— Equivocarse es humano, no rectificar es condenable. Además, ya está hecho, y aunque nuestros principios tiendan a la perfección, nosotros no somos perfectos. No se puede enmendar una equivocación con otra equivocación aún peor.

— ¿Y qué pensáis hacer al respecto? 

— Cuidarlo lo mejor que podamos, darle una sólida educación y puede que sea un poderoso aliado contra el Imperio.

— Hablas de tu hijo como si fuese un arma, ¿es que no lo ves?

— No era eso a lo que me refería. Su poder puede ser usado para el bien.

— ¡O para el mal! ¡Habéis quebrantado las tres prohibiciones! No solo os ponéis en peligro, nos ponéis en peligro a todos. A vuestro pueblo, al resto de la humanidad, al futuro, a todos. Creedme, el tiempo os pasará factura por vuestra debilidad. No puedo creer que me digas esto después de lo que hemos estado hablando. Me has mentido— dijo Nathan levantándose.

— Nathan no, por favor— interrumpió Sarah al tiempo que le agarraba el brazo para impedir que se fuera. 

— ¡Suéltame, maldita sea! –respondió enfurecido, y sin percatarse de su brusquedad, hizo un gesto para desasirse de Sarah, la cual, ante lo inesperado del movimiento, tropezó y cayó al suelo.

— No se te ocurra hablarle así –gritó Valdyn con irritación sin poder evitar que una bola de energía se formara en su mano fruto de su enfado. 

Nathan, que iba a ayudar a Sarah a incorporarse, se quedó quieto al ver la mano de Valdyn, girándose hacia él, desafiante.

— ¿Vas a atacarme con eso? –preguntó con desprecio, señalando con la cabeza la mano de su amigo.

— No –respondió Valdyn cerrando el puño y haciendo desaparecer la energía-. No pretendía…

— Ya. Hay muchas cosas que haces sin pretenderlo, ¿no crees? –dijo Nathan sarcásticamente-. Me voy de aquí.

— Nathan, espera –pidió Sarah, con preocupación, mientras se levantaba en su busca.

Valdyn fue detrás de ella y la retuvo. Ambos se quedaron viéndole marcharse. 

— Déjalo ir, en el fondo sólo quiere protegernos.

— Es quien más nos quiere ayudar.

— Y puede que sea el que más daño nos haga… démosle tiempo. Volverá, y me disculparé ante él.

— No sé si eso será suficiente, amor.

— Es todo lo que le podemos ofrecer por ahora, nuestra amistad y nuestra voluntad de hacer las cosas con la mayor integridad posible— razonó Valdyn tomándola de la mano. 

Al salir, Nathan se cruzó con Salek sin pararse a saludarle. Éste miró a Valdyn y comprendió que le había contado la existencia de su hijo. Si él, el miembro más cabal de los Delphinasills, reaccionaba así, ¿cómo lo harían los demás? 






























































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