15 de agosto de 2009

EXTRACTOS DE SILLMAREM. (Extracto II).







EXTRACTOS DE SILLMAREM (Extracto II).


…Oleadas de Casacas negras surgieron de túneles camuflados a la super­ficie, rodeando a los ejércitos de Sill con inusitada rapidez. El choque fue brutal, miles de hombres luchaban cuerpo a cuerpo con sus armas de fuego, rifles, bazookas, subfusiles, turbo láser o con sus propias manos. Los Xiphias, con presteza, tomaron posiciones formando alrededor de cada nave un círculo defensivo. 

De los fondos de cada transporte empezaron a expandirse, cual plaga de langostas, millares de Xiphias con cinturones anti–g que sobrevolaban y disparaban a las líneas imperiales, colocando cargas magnéticas en los blindados para después huir, o embistiendo a las Walkirias imperiales con sus moto–jet, abriendo pasos para la infantería, esparciendo cadáveres desmembrados a su alrededor. Aun así, el número de efectivos imperiales iba en aumento.

Hileras desperdigadas de estallidos, humo y tierra salpicaban el campo de batalla, vehículos incendiados deambulaban sin control, banderas ardiendo, trozos de chatarra humeante, hombres en llamas corriendo sin dirección hasta que una ráfaga los derribaba. Nuevas naves de Sill aterrizaban escupiendo una curiosa carga: Xiphias sobre ovodiscos armados de escudos con disparadores láser en su centro.

Estaban inflingiendo serias pérdidas a las filas imperiales. Embestían, se protegían, segaban cabezas, sobrevolaban combinando distintas formaciones y bombardeaban desde sus ovodiscos con asombrosa habilidad. Se habían preparado a conciencia para esta batalla. 

Pronto los francotiradores imperiales se cebaron con ellos. Las Walkirias con sus fusiles de asalto cerraron filas concentrando su fuego sobre las naves de guerra de Sill, causando terribles daños a los Xiphias. 

Alrededor de la fortaleza de Ravalione, de la tierra brotaron torretas de fuego–rápido que disparaban en todas direcciones, el cielo se saturaba con naves en llamas, rugidos, colisio­nes, trozos de metal ardiendo que, a gran velocidad, se desplomaban sobre un emergente océano oscuro de soldados imperiales. 

Dos batallones de Gladiatores se apostaron en una de las siete puertas del palacio imperial, en rigurosa formación, con sus escudos circulares aguardando, serenos, la llegada de los Xiphias. 

Partidas aisladas de Zasars por todo el planeta emboscaban a cualquier grupo de Xiphias con el que se topaban. Un enjambre de Xiphias sobre sus ovodiscos, se acercaron sobre las olas del mar de Ravalione comenzando otro ataque desde la superficie del océano. Hileras de Androkazes se lanzaban a gran velocidad contra los levita–carros de Sill, eliminándose y creando letales efectos a su alrededor. 

En el puerto de Ravalione, barcazas imperiales se saturaban de soldados luchando salvajemente, creando sobre sus cubiertas auténticas carnicerías. Los Xiphias, maestros en estas lides, sorprendieron desde naves submarinas a las dotaciones imperiales, pese a ser mayor número, masacrándolas. 

Muchos Metamorfos se infiltraban en las tropas de Xiphias, cambiando su forma e imitando sus ropas. Al principio la treta surtió efecto creando confusión entre las tropas de Sill, hasta que los Xiphias, para sorpresa de los Metamorfos, usaron un sistema de anulación mimética que dejaba al descubierto sus exoes­queletos artificiales, exterminándolos sin compasión. 

Los que habían agotado sus últimas municiones, cogían el armamento de sus compañeros caídos o de cualquier cuerpo a su alcance terminando por luchar con sus katanas de campaña, un trozo de metal o el mismo brazo de un cuerpo desmembrado.

Las huestes del Imperio no daban crédito a la ferocidad desplegada por los Xiphias en su propio terreno. Seguían llegando más contingentes por ambas partes, gigantescas nubes de fuego brotaban por doquier. Un grupo aislado de Xiphias, con rodilla en tierra, disparaban a interminables filas de Walkirias armadas con enormes guadañas–láser que se abalanzaron sobre ellos rugiendo, rabiosas. 

Los Xiphias, muchos de ellos mutilados sin un brazo o un pie, se revolvie­ron contra éstas corriendo en su dirección y disparando, en una última carrera suicida, defendiéndose con las culatas de sus fusiles–láser. 

Un Xiphias golpeaba cogiendo por la cabellera la cabeza desmembrada de una Walkiria; las guerreras retrocedieron furiosas cargando desde diferentes direcciones a un mismo tiempo, pulverizando los cuerpos de los Xiphias y borrando todo rastro.

Súbitamente todos los carros blindados aún operativos de Sill, se reagruparon formando círculos concéntricos, resguardando al resto de infantería que se retiraba buscando refugio...































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