6 de noviembre de 2009

Épicos momentos de Sillmarem (Parte II).




Kariska


ÉPICOS MOMENTOS DE SILLMAREM (Parte II).


EL SILENCIO DE LA MUERTE


Entre tanto, Kariska y sus guerreros incrementaban el ritmo de las maniobras para proteger el repliegue de Sabaseny. Los intercambios de descargas desataron una lluvia de flechas luminosas por ambos bandos. Los guerreros de Navinok recorrieron la pendiente al galope y crearon una gran masa de escuadrones que iniciaron la carga.

Grupos Homofel que portaban hachas Xiphias de combate de doble filo, sustraídas de los arsenales de Marelisth, disparaban azulados proyectiles por la cabeza de su mango. Otros de sus mejores guerreros disparaban sobre las sillas de sus caballos con rifles automáticos, franqueando sus defensas, hiriendo, despedazando y destrozando a los Koperian.

Parejas de Homofel con cinturones anti-g se elevaban desde sus monturas portando lanzallamas y bazookas, sometiendo a una cruel carnicería a las tropas de choque Koperian de primera línea. Sus filas comenzaban a notar la ausencia de efectivos.

Lanzas Koperian de doble cuchilla y alargadas como un triángulo bordeado por un aura de energía verde, giraban sobre sus manos con destreza, seccionando miembros Homofel. En aquella caótica masa de confusa movilidad, algunos Koperian mataban por error a sus camaradas.

Navinok observó sus armaduras con extrañas incisiones, atravesadas por los violentos movimientos de sus garras. Dos semiesferas en sus sienes controlaban su conducta, y si había algo en ella que amenazase la misión, eran anulados por sus censores. Más tarde, sabría que éstos eran una clase especial de sirvientes conocidos como carcorus. 

Un disparó casi lo derribó de su montura. A su derecha, la potente garra de un Homofel alzó del suelo a un gigantesco oficial Koperian, destrozándole la mandíbula de un cabezazo. Navinok arrancó la lanza de una patada a uno de los Koperian para enterrarle, acto seguido, sus garras en el pecho.

Un látigo de sangre manchó sus facciones. Su escolta Homofel hundió el codo en un cuello enemigo, causando cortes en sus vértebras. Su arrojo suicida y furia homicida hizo retroceder a los batallones Koperian.

Navinok recibió noticias por su intercom sobre los civiles fugados de Sill. Se hallaban ocultos, casi sin esperanza, en las profundidades subterráneas de las cuevas del monte Erone. No podrían aguantar mucho más, y las tropas de Löthar Lakota aún tardarían en regresar de Ákila. Tenía que pensar algo y deprisa. 

-Neroko, da la orden de retirada -gritó Navinok a uno de sus ayudantes.

-Garra de fuego, estamos venciendo. 

-Por eso mismo. Guía al grueso de los batallones al desfiladero del monte Erone 
-dijo Navinok comunicando lo mismo por su intercom a Kariska y Sabaseny, los cuales estaban realizando durísimos ataques y provocando devastadoras pérdidas al enemigo. 

-Gamotu, cogerás una unidad táctica y colocarás a ambos lados del desfiladero cargas de secuenciación-remota, en su parte más estrecha. Las activarás cuando yo te diga, deprisa -gritó Navinok.

-Sí, Garra de fuego.

-Debéis ser los primeros en llegar al desfiladero.

-Así será.

-Tú, Viriva, junto a Glecou y Astane formareis una muralla de protección a la entrada de las cuevas. No permitáis cruzar a ningún enemigo.

-Será como tú dices o nuestra muerte.

-No esperaba menos de vosotros. Ahora partid -ordenó Navinok entre el ensordecedor ruido de los combates-. Reysane y Ernaru, id con Kariska y Sabaseny, debéis contener a los Koperian aprovechando la estrechez del desfiladero. Creando un cuello de botella no podrán aprovechar la ventaja de su número. Daos prisa.

Columnas Koperian se impulsaron tratando de cercar a los Homofel. Navinok azuzó a su montura y fue al encuentro de Kariska, la cual, como brillante estratega, atacó con una fila de Homofel que cubrió la retirada de sus guerreros al desfiladero.

Coceó a un último guerrero Koperian, cambió de rumbo, y volvió sobre sus pasos alargando la punta de lanza de las tropas Koperian, que aprovechaban para darles alcance por la retaguardia en apretados cuadros de infantería. 

En perfecto orden, los Homofel activaron sus escudos de plastimet, formando hileras que sólo dejaban hueco para su infantería, retomando después el ataque sobre sus mismos pasos con frenética energía. Katana en mano, grupos de jinetes Homofel saltaban, tras lanzar sus puñales y espadas, activando sus garras y lanzándose contra el andante bloque de armaduras Koperian. 

Un nutrido fuego de sus extrañas armas en forma de “hache perpendicular”, barrió a los jinetes Homofel causando estragos entre sus guerreros. 

Navinok había aprovechado su superioridad en la lucha cuerpo a cuerpo, pero si no los atraían hacia el desfiladero, sucumbirían en no mucho tiempo. 

Sabaseny fue derribado de su cabalgadura y Kariska se abrió camino hacia él, cortando miembros a su alrededor. Lo cogió del brazo con tal fuerza que a punto estuvo de partírselo. Sabaseny gruñó dolorido. Ellos fueron los últimos en cruzar la entrada del desfiladero.

Navinok, observándolos con unas lentes nocturnas, dio la orden de activación de las cargas explosivas y una ensordecedora cadena de estallidos reverberó a lo largo del desfiladero creando una nube de polvo cual muralla espesa y oscura. El paso quedó bloqueado por algún tiempo, el suficiente para que Navinok organizase a sus tropas en una resistencia final dentro de las cuevas del monte Erone. 

Ordenó la retirada de los pocos caballos naturales que habían usado para el transporte de armas, al abrigo de las cuevas. Sus sillas, estribos, pecheras y riendas lucían ornamentaciones de plata de Sill.

-Kariska, acoplad a las panzas de los corceles de Invenio cargas explosivas de control remoto -dijo Navinok.

-¿Pero qué…? ¿Te has vuelto loco, Navinok? 

-Si rompen nuestra última línea de defensa, los haremos volar en pedazos.

-Son unas excelentes creaciones, ¿no podríamos darles un mejor uso? ¿Por qué sacrificarlas de esta manera?

Kariska se pasó la mano por su frente sudorosa.

-Nos quedan operativas unas cuatro mil monturas de Invenio, si logramos hacerlas penetrar entre sus filas, sufrirán muchas bajas -dijo Navinok-. Créeme, esta decisión me gusta tan poco como a ti, pero la vida de los nuestros y los humanos ha de ser lo primero.

-Entiendo… les haré formar en orden de batalla.

-Partirán cuando yo te diga, ni un segundo antes.

-Estaremos preparados -dijo Kariska dándole la espalda. 

Brigadas de Koperian se les echaban encima a no muchos metros, despejando los peñascos que bloqueaban el desfiladero con potentes armas explosivas.

-Se mueven rápido -dijo Sabaseny.

-Ya están aquí, Garra de fuego -gritó un guerrero Homofel.

Navinok dio la orden y una primera línea de caballos sin jinetes avanzó al final del desfiladero estallando antes de lo que le hubiese gustado a Navinok, provocando un ancho y no muy profundo cráter, creando un efecto contrario al que se proponía y facilitando el acceso de los Koperian que, como una riada oscura, se desparramaron hacia ellos disparando a discreción. Las filas Homofel respondían el fuego con cientos de descargas, pero los Koperian eran demasiados. 

En un acto desesperado, Navinok lanzó al resto de caballos artificiales, esta vez haciéndolos detonar más allá de la entrada al desfiladero, causando innumerables bajas.

Aun así, masas de Koperian se relevaban ocupando los huecos de sus camaradas caídos, y cuando ya parecía todo perdido, unos segundos antes de que Navinok diese la orden de retirada al interior de las cuevas, el fuego de quinientos Xiphias comandados por Chakyn Chakiris, en un esfuerzo titánico, detuvo aquella acometida Koperian. 

–Muy oportunos -dijo Kariska. 

-Pero insuficientes… 

















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