6 de noviembre de 2009

Espectáculos de Sillmarem I. Sphericus.




Itsake


ESPECTÁCULOS DE SILLMAREM I . 



SPHERICUS



Un deporte típico del planeta Ekatón, es el conocido como Sphericus.

…Catorce jugadores brotaron del suelo sobre pequeñas plataformas circulares, arrodillados en señal de sumisión y obediencia al Señor del planeta Ekatón.

El Conde Alexander Von Hassler, en su palco, en el Gran Stadium de la ciudad de Thanos, fumaba con una larga boquilla de plata su tabaco preferido, especialmente traído de Indha para su persona. Mesala observaba cómo su Señor daba mimos a sus dos enormes panteras dientes de sable entre calada y calada. 

Sus collares cuajados de piedras preciosas destellaban con intenso fulgor al recibir el resplandor de un par de acristaladas lámparas, decoradas con oro y una colorida variedad de piedras preciosas.

A su derecha, elegantemente vestida de un blanco inmaculado, Itsake, observaba con curiosidad el campo de juegos del Stadium. Una esfera formada de una aleación de plastanio y cristalanio descendió del centro de la bóveda del Stadium.

Dispuestos a enfrentarse, a la izquierda, jugadores de negro y rojo; a la derecha, de negro y plata. Ambos equipos se lanzaron al tercer pitido en pos del globo metálico, colisionando con un fuerte encontronazo; las gradas rugieron de alegría; Comenzaba el partido; el Conde sonrió divertido, e Itsake le miró de soslayo, intrigada, volviendo a posar su mirada sobre el campo, observando cómo la colisión era aprovechada por uno de los jugadores rojos para apoderarse de la esfera. 

Una fracción de segundo antes de acariciarla, sintió el impacto en pleno mentón del estirado pie vertical de un jugador rival, que le quebró el cuello; el esférico fue hábilmente recogido por un jugador del equipo plateado. 

El público jaleaba frenético mientras el lacio cuerpo del jugador escarlata, fuera de combate, se estrellaba contra la arena. Ataviados con protecciones y mochilas anti–g, ambos equipos luchaban a muerte, ya que los que perdiesen el partido serían ejecutados por sus rivales, y los que ganasen, pasarían a la siguiente fase.

El ganador del campeonato ingresaba en una unidad especial de los Casacas negras; ambos equipos estaban formados por presidiarios.

En el campo derecho, el jugador del equipo plateado que había atrapado la esfera, se la pasó a otro de sus compañeros con un movimiento veloz; éste la cogió, imprimiéndole más velocidad, golpeándola contra el cristal blindado de las gradas mientras superaba a un rival, para coger de nuevo la bola y pasársela por la espalda a su compañero iniciando así el contragolpe.

Un poco más abajo, dos servo robots retiraban el cuerpo del jugador escarlata caído, siendo reemplazado por un suplente que ocupó su lugar. El Conde dibujaba volutas de humo en el aire, pensativo; uno de sus anillos relució con especial e hipnótica intensidad. Sólo en las manos, portaba joyas de un valor como para comprar un planeta entero; eran de una rareza excepcional y única.

Los corredores de apuestas aprovechaban para doblar sus ganancias tanteando entre el público, incitando a apostar por uno u otro bando, abriéndose paso a codazos entre las filas de sillas, y recibiendo algún que otro escupitajo airado; el ambiente estaba al rojo vivo.

Tras recibir de su compañero la esfera, y ejecutando una brillante recepción, un corpulento delantero plateado aceleró, y con una espectacular patada de tijera, golpeó la pelota directa a la meta contraria que, como un misil, cruzó el campo rebotando en el larguero de la portería, para, con una carambola, rebotar a su vez en el cogote del gigantesco portero rojo, y anotar un soberbio tanto. 

Marcador: Rojos: 0 – Plateados: 1. 

Parte del stadium rugió loco de alegría; algunos hinchas rivales se lanzaban vasos de refrescos y comida; una espectadora se quitó la camiseta posando sus pechos en la barrera de seguridad, y arrancó los silbidos de ánimo de ambas hinchadas. Itsake se sonrió al ver aquello, en tanto el Conde se servía otra copa de vino.

–¡GOL! ¡GOOOOOL!

–Vais a morir, inútiles –gritó uno de los jugadores.

–Ya sois historia.

–¡Esta noche yo dormiré en mi casa y vosotros en el infierno! 

–incitaba otro de los jugadores.

Reiniciando el juego en el campo izquierdo, y tras increpar a sus hombres, el portero del equipo escarlata activó su escudo de plastimat, y sacó el esférico del área con su bate–martillo; un jugador escarlata desvió la bola con un codo y, como una bala, otro compañero la atrapó, amagando en el aire, haciendo una finta para cambiar la bola de mano, y devolvérsela con habilidad a su camarada mientras un adversario del equipo plateado le golpeaba en la espalda con un rodillazo. 

Acto seguido, su camarada del equipo rojo logró zafarse de un rival, y esquivó a un par de defensas, plantándose frente al sudoroso portero del equipo plateado, que era grande como un mamut.

Un segundo mas y le lanzó la bola que rebotó en su escudo circular, cogiéndola de nuevo con un fugaz movimiento, para lanzarla contra la celada transparente de su casco de protección.

El portero, sorprendido, trató de protegerse mientras el delantero escarlata avanzaba y se agachaba después, esquivando por los pelos un batazo del portero, para colarle la pelota entre los pies logrando el empate para su equipo. El tanteo era ahora de empate a uno; las gradas aullaron enloquecidas.

Itsake acarició a una de las panteras del Conde.

–La cosa se pone interesante. Es un juego sangriento… y muy excitante–susurró Itsake.

–Pan y circo –susurró el Conde dando otro trago de vino, mirando con fijeza las incisiones de su copa de oro.

–Perdón, mi Señor, no entiendo…

–Pan y circo. Es curioso cómo dos palabras tan benévolas e inofensivas, albergan connotaciones tan tenebrosas. Es en el arte de camuflar la verdad donde radica la pericia de un buen gobernante –dijo el Conde, ensimismado.

–También vos pensáis que hemos nacido para sufrir, ¿no? 

–preguntó Itsake esperando la reacción del Conde.

Mesala centraba su atención en la arena del stadium.

–Si te dejas embotar el alma con las distracciones y excesos de los bienes materiales, corres el riesgo de ser prisionera de ti misma, querida Itsake –dijo el Conde susurrando cariñosas palabras a sus mascotas.

–Cayendo en la infelicidad crónica, ¿verdad?

–En efecto. De hecho, la gente que se deja comprar es más fácil de controlar. Quien no se mueve por dinero, se convierte en una peligrosa incógnita para el poder establecido.

–Mi Señor, siempre han existido núcleos oscuros de poder para esclavizar al ser humano en su propio beneficio. El poder siempre se asocia con el poder.

–La mayoría de los gobiernos de la Historia han sido títeres de un poder oculto al servicio de unos pocos que pretendían esclavizar al resto, ignorante de su existencia. Este tipo de cosas suele ser obviada en los libros.

–Pero mi Señor, no es conveniente olvidar que hasta el fin de nuestros días, tan solo seremos humildes aprendices de la vida.

–Veo que te has familiarizado con la filosofía de los Sillmarem. Es bueno que te familiarices con los hábitos de pensamiento y conducta de tus víctimas –dijo el Conde, sonriente.Itsake asintió en silencio, volviendo a mirar al campo de juego…










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