EXTRACTOS DE SILLMAREM (Extracto VI).
…Entre el gentío, Valdyn vio a lo lejos un espeso enjambre de naves–defensa de la Interfederación en dirección hacia Thenak. Mientras, en la arena, el hombre del dragón fintó hacia la derecha, amagó hacia atrás y lanzó un mandoble al tronco de Dragan. Éste lo repelió respondiendo con otro directo a la cabeza. El hombre del dragón lo eludió moviéndose diestramente hacia un lado, fintando hacia la derecha y lanzando un furioso ataque hacia delante. Dragan, desacostumbrado a los rápidos movimientos del desconocido, empezaba a acusar los constantes cambios de ritmo a los que le obligaba su rival. Esquivó este último ataque parándolo, batiéndose en retirada mientras repelía con todo el peso de su cuerpo un segundo ataque. Sus escudos se tocaron y las espadas se cruzaron chispeando.
El hombre del dragón saltó hacia atrás, fintó hacia un lado, amagó hacia la derecha y ensartó con un golpe a fondo a Dragan, que esquivó el ataque asestando otro golpe al cuello de su rival. El desconocido trastabilló, cayó, rodó sobre sí mismo y blandió su espada rechazando así otro contraataque. Dragan nunca había visto unas fintas como las del desconocido y en ese momento presintió la derrota, su derrota. Toda la multitud rugía y aclamaba enfebrecida al desconocido, excepto Valdyn.
La estrategia del extranjero, su elasticidad, su capacidad de reacción, sus reflejos, coordinación y capacidad de concentración, eran muy superiores a lo que había visto hasta entonces. Solo algunos Xiphias podrían igualar su capacidad física, y era, además, muy resistente, con una recuperación soberbia. Poseía un perfecto dominio de sí mismo. La perfección de su control emocional era aterradora.
Sorprendente, pensó Valdyn. No es un humano standard, lo cual significa que la esclava tampoco lo es. El extranjero parece tener un fuerte lazo empático con ella. No obstante, no es un Metamorfo, ni androide, robot humanoide de guerra o Ciborg. Es algo distinto, pero, ¿qué? Algo nuevo, ¿clonación transgenética alterada? No, es algo completamente diferente y muy sofisticado. Se prometió a sí mismo reconsiderarlo más tarde, aunque de algo estaba seguro y es que eran no–humanos. Ambos desplegaban un aura de misterio.
Dragan parecía muy fatigado, respiraba entrecortadamente y con dificultad. Todo lo contrario a su adversario que permanecía tranquilo, dejando que todo el peso de la presión hiciese mella en la psique de su rival, permitiendo, además, que llevase la iniciativa. Aguardaba a que llegase su momento y, se acabó.
¿De dónde habrá sacado ese equilibrio interior? ¿Formará parte de su adiestramiento? ¿Será genético? Sabe esperar, parece irradiar una mortal calma interior nada usual, ¿de dónde procederá su adiestramiento? Lo mejor es callar, observar y contrastar opiniones con Löthar, concluyó Valdyn.
Dragan volvió a amagar hacia adelante, fintó hacia un lado y estrelló su espada en el escudo del extranjero con tal fuerza que lo lanzó diez metros a la izquierda del mismo. Éste lanzó un ataque con la espada, golpeó por lo bajo, volvió a golpear hacia el cuello, fintó hacia atrás asestando después un fuerte golpe al escudo de Dragan, lanzándolo también junto al suyo. Sin dar tiempo a su rival, asestó un mandoble directo a la cabeza. Su casco salió despedido a lo lejos dejando entrever el extenuado rostro de Dragan. Tenía una enorme melena rubia y una frente despejada a juego con un bigote del mismo tono. Su rostro estaba adornado con una enorme violácea cicatriz.
Dos desafiantes ojos azules miraban fijamente al extranjero a la vez que lanzaba un fulmíneo ataque directo al torso que fue repelido al instante. El extranjero contraatacó. Golpeó el hombro izquierdo de Dragan, dejando éste escapar un gemido. Giró golpeando el derecho, fintó, dio un paso al frente, giró sobre sí mismo, golpeó arrancando el guantelete de la mano izquierda y avanzando con asombrosa rapidez desarmó a Dragan Partika. Finalmente, el experto guerrero de Septem cayó al suelo, vencido.
El hombre del dragón levantó la espada, victoriosa. Los tambores vibraron con fuerza. A una seña del Gobernador, el maestro–juez del torneo tiró su vara de mando entre los dos guerreros. Toda la muchedumbre aplaudía enardecida, saltando y aullando…
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